El ave azul del sueño
sobre mi frente pasa;
tengo en mi corazón la primavera
y en mi cerebro el alba.
Amo las luz, el pico de la tórtola,
la rosa y la campánula,
el labio de la virgen
y el cuello de la garza...
¡Oh Dios mío, Dios mío!...
Sé que me ama...
Cae sobre mi espíritu
la noche negra y trágica;
busco el seno profundo de sus sombras
para ver mis lágrimas.
Sé que en el cráneo puede haber tormentas,
abismo en el alma
y arrugas misteriosas
sobre las frentes pálidas.
¡Oh Dios mío, Dios mío!...
Sé que me engaña.
Rubén Darío
Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.
Pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha al contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres...
ésas... ¡no volverán!
Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapidas a escalar,
y otra vez en la tarde, aun más hermosas,
sus flores se abrirán.
Pero aquellas cuajadas de rocío,
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer, como lágrimas del día...,
ésas... ¡no volverán!
Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar;
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará.
Pero mudo y absorto y de rodillas,
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido...desengáñate,
¡así no te querrán!
Gustavo Adolfo Bécquer